EUROPA
PRESS
4 junio
2018
Consiguen
'desconectar' el placer que da comer
Una nueva investigación en ratones ha
revelado que el deseo subyacente del cerebro por lo dulce y su desagrado por lo
amargo pueden borrarse mediante la manipulación de neuronas en la amígdala, el
centro emocional del cerebro. El trabajo mostró que eliminar la capacidad de un
animal para ansiar o despreciar un sabor no tuvo impacto en su capacidad para
identificarlo.
Los hallazgos, publicados este miércoles en 'Nature', sugieren que el sistema de sabor complejo del
cerebro, que produce una variedad de pensamientos, recuerdos y emociones cuando
se degusta la comida, en realidad son unidades discretas que se pueden aislar,
modificar o eliminar individualmente juntas. La investigación apunta a nuevas
estrategias para comprender y tratar los trastornos de la alimentación,
incluida la obesidad y la anorexia nerviosa.
"Cuando nuestro cerebro detecta un sabor, no solo
identifica su calidad, sino que crea una maravillosa sinfonía de señales neuronales
que vinculan esa experiencia con su contexto, valor hedónico, recuerdos,
emociones y otros sentidos, para producir una respuesta coherente", afirma
el autor principal del artículo, Charles. S. Zuker,
investigador principal en 'Mortimer B. Zuckerman Mind Brain Behavior Institute' de Columbia.
El estudio se basa en el trabajo anterior del doctor Zuker y su equipo para mapear el sistema de sabor del
cerebro. Previamente, los científicos revelaron que cuando la lengua se
encuentra con uno de los cinco sabores: dulce, amargo, salado, agrio o umami, las células especializadas en la lengua envían
señales a regiones especializadas del cerebro para identificar el sabor y
desencadenar las acciones y los comportamientos apropiados.
Para arrojar luz sobre esa experiencia, los científicos se
centraron en el sabor dulce y amargo y la amígdala, una región del cerebro
conocida por ser importante para hacer juicios de valor sobre la información
sensorial. Investigaciones anteriores del Dr. Zuker,
profesor de bioquímica y biofísica molecular y de neurociencia, y un
investigador del Instituto Médico Howard Hughes en el Centro Médico Irving de
la Universidad de Columbia, y otros, demostraron que la amígdala se conecta
directamente con la corteza del sabor.
División en
regiones de la corteza de sabores dulces y amargos
"Nuestro trabajo anterior reveló una clara división
entre las regiones de la corteza de sabores dulces y amargos", explica el
primer autor del artículo, Li Wang, investigador científico postdoctoral
en el laboratorio de Zuker. "Este nuevo estudio
mostró que la misma división continuó hasta la amígdala. Esta segregación entre
regiones dulces y amargas en la corteza del gusto y la amígdala significaba que
podíamos manipular independientemente estas regiones cerebrales y controlar
cualquier cambio resultante en el comportamiento", añade.
Los científicos realizaron varios experimentos en los que
activaron artificialmente conexiones dulces o amargas a la amígdala, como con
el parpadeo de una serie de interruptores de luz. Cuando se activaron las
conexiones dulces, los animales respondieron al agua como si fuera azúcar. Y al
manipular los mismos tipos de conexiones, los científicos incluso podrían
cambiar la calidad percibida de un sabor, convirtiendo el sabor dulce en un
sabor aversivo, o uno amargo en uno atractivo.
Por el contrario, cuando los investigadores desactivaron las
conexiones de la amígdala, pero dejaron la corteza del sabor intacta, los
roedores aún podían reconocer y distinguir el dulce del amargo, pero ahora
carecían de las reacciones emocionales básicas, como la preferencia por el
azúcar o la aversión al amargo. "Sería como darle un mordisco a tu pastel
de chocolate favorito, pero sin obtener ningún placer de hacerlo --dice Wang--.
Después de algunos bocados, puedes dejar de comerlo, de normal, lo hubieras
engullido".
Por lo general, la identidad de un alimento y el placer que
se siente al comerlo se entrelazan. Pero los investigadores demostraron que
estos componentes pueden aislarse entre sí y luego manipularse por separado, lo
que sugiere que la amígdala podría ser un área de enfoque prometedor al buscar
estrategias para tratar los trastornos alimentarios.
En el futuro inmediato, los doctores Zuker
y Wang están investigando regiones cerebrales adicionales que cumplen funciones
críticas en el sistema del gusto. Por ejemplo, la corteza del sabor también se
vincula directamente a las regiones involucradas en las acciones motoras, el
aprendizaje y la memoria.
"Nuestro objetivo es reconstruir cómo esas regiones
añaden significado y contexto al gusto --afirma Wang--. Esperamos que nuestras
investigaciones ayuden a descifrar cómo el cerebro procesa la información
sensorial y aporta riqueza a nuestras experiencias sensoriales".